martes, 10 de junio de 2025

Historia de la perrita abandonada

"La historia de Tula, la perrita de Riobamba"

En las frías mañanas de Riobamba, entre calles empedradas y miradas apuradas, caminaba sola una perrita de pelaje color canela y ojos tristes. Nadie sabía de dónde vino, pero muchos la habían visto rondar el parque Maldonado, husmeando entre basureros y esquivando carros.

Le pusieron nombre: Tula. Algunos comerciantes le daban sobras de comida, y los estudiantes del colegio Maldonado a veces compartían su pan con queso. Pero en las noches, Tula dormía debajo de una banca o entre cartones viejos junto a la estación del tren, temblando por el frío serrano.

No siempre fue así. Tula había tenido un hogar. La adoptaron cuando era cachorra, y por un tiempo fue feliz. Jugaba con niños, corría en el patio y dormía en una cama cálida. Pero cuando la familia se mudó a Quito, la dejaron atrás. Dijeron que "no podían llevarla". Desde entonces, Tula esperó… los primeros días frente a la casa vacía, y luego, cuando entendió que no volverían, comenzó a vagar por las calles.

Un día de lluvia, Tula estaba más débil que nunca. Tosía, y le costaba caminar. Una joven veterinaria llamada Camila, que pasaba por la plaza rumbo a su trabajo, la vio. No pudo seguir de largo. Se acercó, le habló con dulzura, y la envolvió en una manta.

Camila la llevó a su clínica. Le dio medicinas, comida y, sobre todo, cariño. Durante semanas cuidó de ella, hasta que Tula volvió a sonreír con la mirada. Y entonces ocurrió algo hermoso: una pareja de Riobamba, al enterarse de la historia, decidió adoptarla. Pero esta vez, para siempre.

Ahora, Tula vive en una casa con jardín, duerme en una cama junto a la estufa y pasea cada tarde por el parque donde antes mendigaba amor. Sus cicatrices no han desaparecido del todo, pero su historia es testimonio de que incluso en el abandono, puede renacer la esperanza.

Cristian Alejandro Tapia Vinueza
 

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